“Es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasiona! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar…” (Lc. 17, 2)
San Judas Tadeo |
“Judas, servidor de Jesucristo, hermano de Santiago, saluda a los que han sido llamados, a los amados de Dios, el Padre, y protegidos por Jesucristo.
Llegue a ustedes la misericordia, la paz y el amor en abundancia.
Queridos míos, yo tenía un gran deseo de
escribirles acerca de nuestra común salvación, pero me he visto obligado a
hacerlo con el fin de exhortarlos a combatir por la fe, que de una vez para
siempre ha sido transmitida a los santos.
Porque se han infiltrado entre ustedes
ciertos hombres, cuya condenación estaba preanunciada desde hace mucho tiempo.
Son impíos que hacen de la gracia de Dios un pretexto para su libertinaje y
reniegan de nuestro único Dueño y Señor Jesucristo.
Quiero recordarles, aunque ustedes ya lo
han aprendido de una vez por todas, que el Señor, después de haber salvado al
pueblo, sacándolo de Egipto, hizo morir en seguida a los incrédulos.
En cuanto a los ángeles que no supieron
conservar su preeminencia y abandonaron su propia morada, el Señor los tiene
encadenados eternamente en las tinieblas para el Juicio del gran Día.
También Sodoma y Gomorra, y las ciudades
vecinas, que se prostituyeron de un modo semejante a ellos, dejándose arrastrar
por relaciones contrarias a la naturaleza, han quedado como ejemplo, sometidas
a la pena de un fuego eterno.
Lo mismo pasa con estos impíos: en su
delirio profanan la carne, desprecian la Soberanía e injurian a los ángeles
gloriosos.
Ahora bien, el mismo arcángel Miguel,
cuando se enfrentaba con el demonio y discutía con él, respecto del cuerpo de
Moisés, no se atrevió a proferir contra él ningún juicio injurioso, sino que
dijo solamente: «Que el Señor te reprima».
Estos impíos, en cambio, hablan
injuriosamente de lo que ignoran; y lo que conocen por instinto natural, como
animales irracionales, sólo sirve para su ruina.
¡Ay de ellos! Porque siguieron el camino
de Caín; por amor al dinero cayeron en el extravío de Balaam y perecieron en la
rebelión de Coré.
Ellos manchan las comidas fraternales,
porque se dejan llevar de la glotonería sin ninguna vergüenza y sólo tratan de
satisfacerse a sí mismos. Son nubes sin agua llevadas por el viento, árboles
otoñales sin frutos, doblemente muertos y arrancados de raíz; olas bravías del
mar, que arrojan la espuma de sus propias deshonras, estrellas errantes a las
que está reservada para siempre la densidad de las tinieblas.
A ellos se refería Henoc, el séptimo patriarca
después de Adán, cuando profetizó: «Ya viene el Señor con sus millares de
ángeles, para juzgar a todos y condenar a los impíos por las maldades que
cometieron, y a los pecadores por las palabras insolentes que profirieron
contra él».
Todos estos son murmuradores y
descontentos que viven conforme al capricho de sus pasiones: su boca está llena
de petulancia y adulan a los demás por interés.
En cuanto a ustedes, queridos míos,
acuérdense de lo que predijeron los Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo.
Ellos les decían: «En los últimos tiempos
habrá gente que se burlará de todo y vivirá de acuerdo con sus pasiones
impías».
Estos son los que provocan divisiones,
hombres sensuales que no poseen el Espíritu.
Pero ustedes, queridos míos, edifíquense
a sí mismos sobre el fundamento de su fe santísima, orando en el Espíritu
Santo.
Manténganse en el amor de Dios, esperando
la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para la Vida eterna.
Traten de convencer a los que tienen
dudas, y sálvenlos librándolos del fuego. En cuanto a los demás, tengan piedad
de ellos, pero con cuidado, aborreciendo hasta la túnica contaminada por su
cuerpo.
A aquel que puede preservarlos de toda caída y hacerlos comparecer sin mancha y con alegría en la presencia de su gloria, al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.”
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