No debemos subestimar las revelaciones Marianas. Ya existen signos más que evidentes del cumplimiento de sus profecías...
“Donde esté el cadáver, se juntarán los buitres.”
Evangelio según San Mateo, Cap. 24; 9-20
“Ustedes serán entregados a la
tribulación y a la muerte, y serán odiados por todas las naciones a causa de mi
Nombre.
Entonces muchos sucumbirán; se
traicionarán y se odiarán los unos a los otros.
Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a mucha gente.
Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
Cuando vean en el Lugar santo la Abominación de la desolación, de la que habló el profeta Daniel –el que lea esto, entiéndalo bien– los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; el que esté en la azotea de su casa, no baje a buscar sus cosas; y el que esté en el campo, que no vuelva a buscar su manto.
¡Ay de las mujeres que estén embarazadas o tengas niños de pecho en aquellos días!
Rueguen para que no tengan que huir en invierno o en día sábado.
Porque habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.
En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.”
Aparecerá una multitud de falsos profetas, que engañarán a mucha gente.
Al aumentar la maldad se enfriará el amor de muchos, pero el que persevere hasta el fin, se salvará.
Cuando vean en el Lugar santo la Abominación de la desolación, de la que habló el profeta Daniel –el que lea esto, entiéndalo bien– los que estén en Judea, que se refugien en las montañas; el que esté en la azotea de su casa, no baje a buscar sus cosas; y el que esté en el campo, que no vuelva a buscar su manto.
¡Ay de las mujeres que estén embarazadas o tengas niños de pecho en aquellos días!
Rueguen para que no tengan que huir en invierno o en día sábado.
Porque habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás.
Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto.
El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
En cuanto a ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
Cuando venga el Hijo del hombre, sucederá como en tiempos de Noé.
En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta que Noé entró en el arca; y no sospechaban nada, hasta que llegó el diluvio y los arrastró a todos. Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre.”
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