Palabras que dejó Cristo nuestro Señor escritas a sus tres siervas Santa Matilde, Santa Brígida y Santa Isabel Reina de Hungría.
"Ecce Homo" |
Estas reflexiones ya no van dirigidas a los incrédulos ateos, ni a los sabios gnósticos, ni a los pragmáticos agnósticos. Van dirigidas a la Iglesia interior fundada con la Divina Sangre de Cristo. Una Iglesia cuya jerarquía y cuerpo eclesiástico, salvo muy pocas y heroicas excepciones, retoma herejías de los primeros siglos del cristianismo. Así en hogaño, como en aquella naciente comunidad, se vuelve a negar la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. Una herejía muy conveniente para adaptar su doctrina a los caprichos del mundo. ¡Cristo molesta!
Un
frente de ataque va dirigido al Jesús histórico. Negando sus milagros y menospreciando
su Palabra con el argumento de que estaba sujeto a la rigidez de una cultura.
- ¿Puede
una persona someterse a un castigo y a una tortura como la descrita al inicio para
sostener y defender una mentira?
«Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios». Jesús le respondió: «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de ahora en adelante verán al hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo». (Mt. 26; 63-64).
- ¿Puede
un solo hombre si no es Dios reunir a otros doce y, con ese pequeño grupo de
incrédulos, fundar una Iglesia que se difundió por todo el mundo y sobrevivió a
furiosos ataques durante dos mil años?
-
¿Pueden morir martirizados 70 millones de personas en toda la historia de la
Iglesia por defender una mentira?
Negar la existencia del demonio o no hablar de su acción maligna es llamar mentiroso a Cristo. No hablar del pecado y de la condenación eterna es negar a Dios. Destacar solamente la misericordia de un dios panteísta, obviando su justicia, es no tener temor de Dios. Desacralizar la liturgia, la adoración al Santísimo Sacramento y a la Cruz con circenses ceremonias, es celebrar un banquete para los hombres en lugar de revivir el Sacrificio de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
Todo esto y muchos más sacrilegios ocurren hoy en el interior de la Iglesia. “Pastores y fieles laicos” están negando la Divinidad de Cristo para justificar sus miserias humanas y calmar sus conciencias; sin darse cuenta que el mundo es Doxa, apariencia que engaña.
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