EL BUEN COMBATE
“Proclama la Palabra de Dios, insiste con ocasión o sin ella, arguye, reprende, exhorta, con paciencia incansable y con afán de enseñar. Porque llegará el tiempo en que los hombres no soportarán más la sana doctrina; por el contrario, llevados por sus inclinaciones, se procurarán una multitud de maestros.” (2 Tim. 2).
Llegó la hora de librar el buen combate. La tribulación ya está entre nosotros.
No es muy exagerado afirmar que los enemigos de Cristo y de su Cuerpo Místico ya iniciaron el ataque final ejecutado desde afuera como desde adentro de la Iglesia.
El
padre de la mentira, el asesino, nunca abandonó las premisas de “Libertad,
igualdad y fraternidad” proclamadas en la nefanda Revolución Francesa. Cierto
es que las mismas banderas son pregonadas hoy en homilías, discursos, documentos
y eventos organizados por unos y por otros, predicados desde el ambón como
desde las gradas.
Observando
los hechos bajo la guía del Paráclito enseguida advertimos que aquellas
rimbombantes exclamaciones ocultan malvadas intenciones. El mundo es doxa, apariencia que engaña, y aquél famoso
postulado los fieles católicos debemos entenderlo como “Prohibición,
discriminación y odio”.
A
quienes obedecemos con fervor la tradición y el magisterio nos quitan la
libertad de expresarlo y divulgarlo. Cuando cumplimos con los sagrados ritos de
los sacramentos y la liturgia no pertenecemos, no somos iguales. Por último,
dejamos de ser hermanos y somos perseguidos por faltar a la “caridad” e
intolerantes con los pecadores, nos odian.
Los
personeros de la nueva iglesia rompen la Unidad “para que sean uno Padre” dividiendo a la Iglesia en preconciliar y
posconciliar como si la verdad hubiese sido revelada e interpretada sólo a
partir del Vaticano II.
No
existen más dudas ni malas interpretaciones, la tribulación no necesita
declaración previa, es un hecho. Progresivamente nos van ir marginando afuera
de los templos. ¡Que así sea! antes que caer en herejías. La Fe la defenderemos
y practicaremos en modernas catacumbas.
Como
también ocurrió en aquella sangrienta revolución los sacerdotes deberán
juramentar o seguir siendo fieles a Cristo. Ya hay en todo el mundo 2.000
sacerdotes cancelados por predicar la Verdad. Es hora de definiciones: ¿estamos
preparados para el martirio? Todos tenemos miedo pero, el valiente es aquel que
aún con miedo actúa y cumple con su deber, en este caso nuestro deber es dar
testimonio de Cristo Rey.
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