Una mirada a la realidad del mundo y de la Iglesia...
¿Dónde
están? insiste nuestro Padre, y no respondemos, no por vergüenza o temor, ya
no, no respondemos porque lo ignoramos. Su poder no nos alcanza, esa es una historia
antigua totalmente superada por el progreso del hombre moderno. Hoy sabemos
hacer, somos independientes y autosuficientes, el músculo y la razón nos permiten
lograr todo lo que nos proponemos. Hemos descubierto los secretos del universo
y de la vida, somos capaces de “crear vida”, y también de modificarla con macabras
manipulaciones, impedirla o quitarla, según convenga al proyecto humano.
Este
comportamiento soberbio de la humanidad la está conduciendo a una destrucción
irreversible. Jesús en persona nos advirtió sobre el riesgo que correríamos hacia
el final de los tiempos, nos dijo: “¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el
aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo
presente?”. Cristo, el más manso de los hombres que haya existido era terrible
en sus reprimendas.
¿Estaremos
transitando el fin de los tiempos?; “ese día y esa hora, nadie los conoce, ni
los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. Pero Jesús nos
exhorta: “Tengan cuidado de que no los engañen”, “porque muchos se presentarán
en mi Nombre, diciendo: "Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente”;
“Estén prevenidos”.
No
sabemos cuándo sobrevendrá el fin, cuestión que no nos debe preocupar. Sí sabemos
cómo será, tema que nos debe preocupar y por el cual debemos estar “prevenidos”,
“vigilantes” según su advertencia. “La somnolencia de los discípulos sigue siendo
a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal”.
En la Homilía de la misa por la elección del Papa el entonces cardenal Ratzinger decía:
“¿Qué significa ser niños en la fe?
Responde san Pablo: significa ser «llevados a la deriva y zarandeados por
cualquier viento de doctrina» (Efesios 4, 14). ¡Una descripción muy actual!
Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas
corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento… La pequeña barca del pensamiento
de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada
de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del
colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo
religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y
se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la
astucia que tiende a inducir en el error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe
clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como
fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar «zarandear
por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud que está de
moda”.
Los
males que padece el mundo por aquella irreverente actitud del hombre de ignorar
a su Creador obligan a replantearnos los avisos de Jesús. Reflexionando sobre
el discurso escatológico pronunciado por el Señor cuando dijo: “habrá entonces
una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora,
ni la habrá jamás”, me sentí mirado por Él desde la cruz, y esa mirada me hizo
comprender la delicada situación en que se encuentra el hombre y la Iglesia.
¿Qué estamos haciendo con el mundo que Dios nos confió para colaborar con su
creación? ¿Qué estoy haciendo como católico para instaurar el “Reino de los
cielos” en la tierra?, son las preguntas que formula mi conciencia ante la
mirada de Cristo. Dos interrogantes que inquietaron mi espíritu y agudizaron mi
vista sobre lo que está ocurriendo a mí alrededor, y lo que vi, es un
modernismo naturalista y ateo que avanza prepotentemente corrompiendo a la humanidad
sin contención alguna.
Pasaron
dos mil años, y muchos de los que nos llamamos católicos todavía no entendimos
el mensaje evangélico es más, aún no comprendimos quién es Jesucristo; y el Maestro
sigue preguntando: “¿quién dicen que soy?”.
Cristo
nos mira interpelando: ¡¿no ven lo que sucede en el mundo?! “¡UDS. son mis amigos!”
¿No van a hacer nada para evitar la acción del mal y para anunciar mi mensaje
de salvación? Esta interpelación requiere respuestas…
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