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domingo, 13 de agosto de 2023

¡CRISTO NOS MIRA!

Una mirada a la realidad del mundo y de la Iglesia...




Prólogo

Desde lo alto de la Cruz, elevado por la humillación y por nuestros pecados ¡Cristo nos mira! Es una mirada profunda e irresistible que penetra hasta lo más hondo de nuestros corazones, inquiriendo, preguntando: ¿Qué están haciendo?, Él conoce nuestras desobediencias, nuestros crímenes y por eso nos busca, porque sabe que estamos escondidos.

¿Dónde están? insiste nuestro Padre, y no respondemos, no por vergüenza o temor, ya no, no respondemos porque lo ignoramos. Su poder no nos alcanza, esa es una historia antigua totalmente superada por el progreso del hombre moderno. Hoy sabemos hacer, somos independientes y autosuficientes, el músculo y la razón nos permiten lograr todo lo que nos proponemos. Hemos descubierto los secretos del universo y de la vida, somos capaces de “crear vida”, y también de modificarla con macabras manipulaciones, impedirla o quitarla, según convenga al proyecto humano.

Este comportamiento soberbio de la humanidad la está conduciendo a una destrucción irreversible. Jesús en persona nos advirtió sobre el riesgo que correríamos hacia el final de los tiempos, nos dijo: “¡Hipócritas! Ustedes saben discernir el aspecto de la tierra y del cielo; ¿cómo entonces no saben discernir el tiempo presente?”. Cristo, el más manso de los hombres que haya existido era terrible en sus reprimendas.

¿Estaremos transitando el fin de los tiempos?; “ese día y esa hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. Pero Jesús nos exhorta: “Tengan cuidado de que no los engañen”, “porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Yo soy el Mesías, y engañarán a mucha gente”; “Estén prevenidos”.

No sabemos cuándo sobrevendrá el fin, cuestión que no nos debe preocupar. Sí sabemos cómo será, tema que nos debe preocupar y por el cual debemos estar “prevenidos”, “vigilantes” según su advertencia. “La somnolencia de los discípulos sigue siendo a lo largo de los siglos una ocasión favorable para el poder del mal”.

En la Homilía de la misa por la elección del Papa el entonces cardenal Ratzinger decía:

“¿Qué significa ser niños en la fe? Responde san Pablo: significa ser «llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina» (Efesios 4, 14). ¡Una descripción muy actual! Cuántos vientos de doctrina hemos conocido en estas últimas décadas, cuántas corrientes ideológicas, cuántas modas del pensamiento… La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza lo que dice san Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a inducir en el error (Cf. Efesios 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar «zarandear por cualquier viento de doctrina», parece ser la única actitud que está de moda”.

Los males que padece el mundo por aquella irreverente actitud del hombre de ignorar a su Creador obligan a replantearnos los avisos de Jesús. Reflexionando sobre el discurso escatológico pronunciado por el Señor cuando dijo: “habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás”, me sentí mirado por Él desde la cruz, y esa mirada me hizo comprender la delicada situación en que se encuentra el hombre y la Iglesia. ¿Qué estamos haciendo con el mundo que Dios nos confió para colaborar con su creación? ¿Qué estoy haciendo como católico para instaurar el “Reino de los cielos” en la tierra?, son las preguntas que formula mi conciencia ante la mirada de Cristo. Dos interrogantes que inquietaron mi espíritu y agudizaron mi vista sobre lo que está ocurriendo a mí alrededor, y lo que vi, es un modernismo naturalista y ateo que avanza prepotentemente corrompiendo a la humanidad sin contención alguna.

Pasaron dos mil años, y muchos de los que nos llamamos católicos todavía no entendimos el mensaje evangélico es más, aún no comprendimos quién es Jesucristo; y el Maestro sigue preguntando: “¿quién dicen que soy?”.

Cristo nos mira interpelando: ¡¿no ven lo que sucede en el mundo?! “¡UDS. son mis amigos!” ¿No van a hacer nada para evitar la acción del mal y para anunciar mi mensaje de salvación? Esta interpelación requiere respuestas…

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