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lunes, 7 de agosto de 2023

EL PECADO

 Por Daniel Elía

EL FRUTO DEL PECADO ES EL MAL



El fruto del pecado es el mal que es lo mismo decir la falta de caridad.
Quienes fueron pecadores, y me refiero a grandes pecadores, saben reconocer no sólo al pecado sino también el daño y el sufrimiento que éste le produce a Dios y a los hombres. Muchos santos dieron en su vida testimonio de lo expresado. Inmediatamente acuden a mi mente dos muy grandes, san Pablo y san Agustín.
Trataremos de demostrar aquí por qué la vanidad, la soberbia y el egoísmo disfrazado de falsa caridad, comprensión y empatía producen males y grandes sufrimientos a la humanidad.
Los pecados individuales se transforman en pecados sociales. El citado obispo de Hipona decía:
“Quién no se eleva hacia lo sobrenatural inexorablemente desciende hacia lo animal”
Así de corrompida se encuentra la sociedad actual.
Un mundo que vive sin Dios ignora el pecado pero, el mal que genera lo vemos a diario, está presente en todas las actividades.
Entonces, aparecen los falsos profetas, esas personitas verborrágicas y llenas de “pasión” que viven de la política explotando a un pueblo que concede. Decíamos, aparecen esos políticos y “pastores” con ideas innovadoras que promueven el desorden y la confusión en un mundo caótico.
¿Cuáles son los pecados sociales? Entre otros, el divorcio, la interrupción del embarazo, la unión de personas del mismo sexo, la muerte feliz. Una sola palabra define perfectamente a cada uno de ellos, sin embargo, debemos ser políticamente correctos.
Convivimos con este paroxismo. Trataremos de visualizar sus consecuencias.

El divorcio (pecado que suena a reliquia). El divorcio es un ataque mortal a la familia. En una familia destruida sufren todos sus integrantes. Padres librados a la promiscuidad y al desgarro de no poder convivir con sus hijos. Personas afectivamente frustradas que bucean en el Tinderamor; si es que no lo encontraron antes de la separación, adulterio solía llamarse.
Sufren los hijos males de todo tipo. Primero la rebeldía, un malestar, una bronca interior que algunos niños la exteriorizan y otros la guardan muy adentro somatizando esas angustias. Luego viene la falta de concentración y el desinterés por el estudio. Son niños y adolescentes que crecen con carencias afectivas e inseguridades. Podríamos seguir enumerando secuelas aunque como decían nuestras abuelas: “como muestra basta un botón”.
Hacer lo que quiero me hace sufrir lo que no quiero; todo mal lleva implícito su castigo.

Interrupción del embarazo. Hasta el concepto sustituto de la palabra prohibida es una falacia. Como si luego de interrumpirlo se pudiera continuar. El aborto es la más grande sevicia practicada por el ser humano. Si en el divorcio está presente el egoísmo, este pecado lo transpira en todas sus formas. El cuerpo de la mujer transformado en objeto de goce y propiedad es utilizado para triturar personas -creaturas de Dios-. Luego, el ecologismo económico utiliza los deshechos para la fabricación de vanidades; la cosmetología y la dermatología ostentan la vanguardia del mercado.
No podemos soslayar las secuelas y problemas sicológicos que sufren esas “madres” después de matar a sus hijos en sus vientres. Estas circunstancias explican la utilización tan en boga de la palabra "Resiliencia" referida a la psicología. 
Esto va para los ateos: la naturaleza siempre cobra sus facturas.

Unión de personas del mismo sexo. Es un título extraño como si aludiera a una organización dedicada a la prestación de servicios (UPMS). Los chicos con los chicos, las chicas con las chicas decían nuestros padres de antaño para evitar el festival de hormonas. Ya no es así, hoy es todos con todos (LGTBIQ+) otra sigla.
Ah! También son orgullosos. Soberbios y orgullosos, glicerina más ácido nítrico igual dinamita. Actuando como la dinamita estos “colectivos” están demoliendo a la sociedad y a la dignidad del hombre.

A modo de síntesis. Entre la destrucción de la familia, el aborto y la homosexualidad occidente se está quedando sin población y sin identidad cultural. La tasa de crecimiento en Holanda y Alemania se estima en un 2,5%, cifra que marca el límite de la desaparición cultural. En España se encendieron las alarmas, su tasa es de 1.1%. En Europa, los musulmanes tienen una tasa de crecimiento del 8.8%.
Repetimos: la naturaleza siempre cobra sus facturas.
Dicen que el Islam es el látigo con el que Dios castiga al cristianismo, nada más cierto.

La muerte feliz. Como frutilla del postre traemos a la palestra la “Inyección mágica”. La fórmula para asesinar, perdón, para acabar con todos los males de esta bendita tierra. Males creados por todas las miserias expuestas más arriba ya que, vivimos y nos comportamos peor que los animales, como decía Chesterton:
“Quita lo sobrenatural y no te queda lo natural, sino lo antinatural”.
Como sea, así desean muchos llegar al final de sus vidas: ¡durmiendo! Lo que no saben es que el despertar será como el de un conductor dormido al volante: terrible, doloroso, espantoso.
¿Dónde radica el mal en esta decisión? Primero en quitar “voluntariamente” una vida que no nos pertenece pero bueno, como dicen los jóvenes, ya estamos acostumbrados a eso. Crea sentimientos de culpa en los familiares por más que Freud y las leyes la mitiguen. Deja a los niños sin el amor y el consejo de sus abuelos. Corta las raíces de toda tradición. Éste es uno de los objetivos del modernismo, deconstruir el clericalismo lo llamaba Gramsci.
Bien, estimado lector, este sinceramiento de la realidad llega a su fin.
La madre de todos los males no es la economía, la política o los políticos aunque mucho tienen que ver. La madre de todos los males es el pecado que actúa en el hombre.
A fuerza de ser sinceros debemos dar crédito a la persona que nos incita, permanentemente, a obrar mal, el demonio, el ángel caído, Satán. El mundo no cree en él y ese es su mayor triunfo. Qué otro calificativo que no sea satanismo podemos dar a las atrocidades que enumeramos.

Conclusión:
El pecado, disfrazado de amor, tolerancia, empatía y comprensión hacia el egoísmo de unos pocos, produce daños irreparables en los otros.
El mundo dice: Nunca hemos sido más libres. La “alfabetización” está en su punto más alto. Estamos trabajando para eliminar el racismo. La intolerancia. La desigualdad de género. La gente puede amar a quien quiera. Ser quien quiera, hacer lo que quieran. El hombre, la mujer son dueños de su cuerpo. La diversidad ya no es un sueño. Logramos un pensamiento único. El discurso del odio ya no se tolera y, políticamente, estamos recuperando el terreno moral. Podemos crear vida en el laboratorio o interrumpirla en el quirófano; también podemos elegir morir felizmente, sin sufrimientos.
Nadie quiere ver el tendal de víctimas que quedan en el camino. Muerte, conciencias mutiladas, niños corrompidos, pornografía… el demonio es odio, maldad y fealdad.
Por todo esto son condenables las herejías, a decir del padre Castellani:
“Cuando la política entra dentro de la religión se produce una corrupción extraña. En estas condiciones el poder se vuelve temible, porque puede obligar en conciencia.”
La herejía es política dentro de la religión porque crea conciencias engañadas que las lleva a la perdición. 
La seducción mundana le exige adaptar sus dogmas a las costumbres modernas. He ahí que ya nadie confiesa antes de comulgar, todos quieren comulgar sin saber con qué finalidad. Exigen la bendición de las uniones homosexuales. Del aborto y la eutanasia no se habla. Mujeres empoderadas al sacerdocio y mucha más cizaña está sembrando el enemigo en los campos del Señor.

“Si uno vive en la impostura y otro afana en su ambición 
Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos
Caradura o polizón…"

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