El heroico sacrificio de las Carmelitas Descalzas de Compiègne
En noviembre de 1792, un pequeño grupo de religiosas del monasterio de la localidad francesa comenzó a recitar una oración cada día, ofreciéndose por la salvación de Francia en plena Revolución. Su oración fue atendida: arrestadas bajo la acusación de formar parte de los "enemigos del pueblo", las monjas fueron condenadas a muerte mediante la recién inventada guillotina. La historia cuenta cómo las Carmelitas escucharon y aceptaron su especial vocación de martirio a manos de los libertarios.
En
nombre de la «libertad, igualdad y fraternidad» fueron asesinados 443
católicos, de los cuales 17 son santos y 426 beatos.
La Revolución francesa, gestada en la ilustración, fue de corte radicalmente liberal. La "libertad" y la "diosa Razón" fueron objeto de idolatría. Su culto se asocia a la luz y el progreso del espíritu humano y a las teorías racionalistas. Durante la Revolución, mientras la Iglesia era vista como el principal exponente del oscurantismo - y por ello fueron suprimidas las ordenes religiosas-, la “diosa Razón” fue entronizada.
Nada nuevo bajo el sol, el non serviam continua erigiéndose como rebeldía y desafío a Dios y a su Iglesia. La doctrina católica es un obstáculo para los proyectos liberales, de ahí su persecución. Cristo marca límites que la divinidad humana se niega a aceptar, por eso cae en la apostasía y se refugia en otros cultos que le permiten hacer antes que creer. "Respeto irrestricto", vale decir sin límites, a la libertad del prójimo.
El liberalismo está condenado por el magisterio de la Iglesia porque esclaviza al hombre con el pecado original de la soberbia, sirviendo al demonio antes que a Dios su creador.
La Revolución francesa no creo, a decir de los libertarios, los "derechos humanos", los pisoteó, masacrando a las personas por el solo hecho de rendir culto a Dios.
Que el sacrificio de las Carmelitas sea prueba patente para que los católicos del presente no se dejen engañar con promesas seductoras de progreso y bienestar. El liberalismo como el comunismo quieren crear un paraíso ficticio en la tierra.
"Quiero
que sepas que en los últimos tiempos sobrevendrán momentos difíciles. Porque
los hombres serán egoístas, amigos del dinero, jactanciosos, soberbios, difamadores, rebeldes
con sus padres, desagradecidos, impíos, incapaces de amar, implacables,
calumniadores, desenfrenados, crueles, enemigos del bien, traidores,
aventureros, obcecados, más amantes de los placeres que de Dios; y aunque harán
ostentación de piedad, carecerán realmente de ella. ¡Apártate de esa gente!" (2 TIM 3; 1 - 5)
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