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domingo, 12 de noviembre de 2023

EL PAPA DESTITUYÓ A UN HOMBRE DE DIOS

 EL PAPA DESTITUYÓ A MONS. STRICKLAND 

San Atanasio vuelve en la persona de Mons. Strickland, sólo que ahora no es el poder secular quién lo condena sino la propia Iglesia.
Desde todo punto de vista es incomprensible la persecución que este pontificado está realizando sobre cardenales, obispos y sacerdotes que predican, enseñan y defienden la verdadera doctrina de Nuestro Señor Jesucristo.
Incomprensible porque es lo mismo que predicó la Iglesia desde su origen hasta la llegada de Francisco.
¿Qué le sucede al papa? Parecería que, con sus dichos, escritos y actitudes, perdió el Temor de Dios o, tal vez, la Fe. Está ocasionando la mayor huida de fieles en toda la historia de la Iglesia. Son muy pocos los templos en donde se predica la total y verdadera palabra del Evangelio. Quienes concurrimos a distintas iglesias, buscando alabar a Dios, advertimos una creciente desacralización, formas litúrgicas irreverentes y desenfadado comportamiento en las personas. A este paso, vamos a terminar como lo profetizado en la novela apocalíptica "Amo del mundo" de Robert Hugh Benson, quien describe en detalle la apostasía clerical. Donde los sacerdotes y obispos son captados por la masonería para realizar sus ritos luciferinos en los mismos templos que otrora pertenecían a la Iglesia Católica.
Nada nuevo bajo el sol, ya la revolución francesa intentó con el clero juramentado eliminar las prácticas sacramentales en los templos. Como decía Marx: la historia se repite, primero como tragedia y luego como farsa.

A continuación, les ofrecemos la valoración de monseñor Athanasius Schneider:

 «La única acusación que ahora seguramente asegurará un castigo severo es el de guardar cuidadosamente las tradiciones de los Padres». Estas palabras de San Basilio (Ep. 243) son más apropiadas para ilustrar la deposición del Obispo de Tyler, TX/EE.UU., Su Excelencia Joseph E. Strickland. La deposición del obispo Joseph E. Strickland significa un día negro para la Iglesia católica de nuestros días. Asistimos a una flagrante injusticia hacia un obispo que cumplió con su deber de predicar y defender con parresía la inmutable fe y moral católicas y de promover la sacralidad de la liturgia, especialmente en el inmemorial rito tradicional de la Misa. Todos lo comprenden, e incluso los enemigos declarados de este obispo confesor, que las acusaciones formuladas contra él son, en última instancia, insustanciales y desproporcionadas y fueron utilizadas como una buena oportunidad para silenciar una incómoda voz profética dentro de la Iglesia.

Lo que les sucedió a los obispos durante la crisis arriana en el siglo IV, quienes fueron depuestos y exiliados sólo porque predicaban intrépidamente la fe católica tradicional, está sucediendo nuevamente en nuestros días. Al mismo tiempo, varios obispos que apoyan públicamente la herejía, los abusos litúrgicos, la ideología de género e invitan abiertamente a sus sacerdotes a bendecir a las parejas del mismo sexo, no son en absoluto importunados ni sancionados por la Santa Sede.

El obispo Strickland probablemente pasará a la historia como un “Atanasio de la Iglesia en Estados Unidos”, quien, pero, a diferencia de San Atanasio, no es perseguido por el poder secular, sino increíblemente por el propio Papa. Parece que una especie de “purga” de los obispos, fieles a la inmutable fe católica y a la disciplina apostólica, que se viene realizando desde hace algún tiempo, ha llegado ahora a una fase decisiva.

Que el sacrificio que Nuestro Señor pidió al Obispo Strickland dé abundantes frutos espirituales por el tiempo y la eternidad. Monseñor Strickland y otros obispos fieles, a quienes ya se les pidió su dimisión, que actualmente están marginados o que serán los siguientes en la fila, deberían decir con toda sinceridad al Papa Francisco: “Santo Padre, ¿por qué Usted nos persigue y nos golpea? ¿Intentamos hacer lo que todos los santos Papas nos pidieron que hiciéramos? Con amor fraterno ofrecemos el sacrificio de este tipo de persecución y exilio por la salvación de Su alma y por el buen estado de la Santa Iglesia Romana. ¡De hecho, somos Sus mejores amigos, Santísimo Padre!”

 + Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Santa María en Astana


Mons. Strickland es un hombre de Dios, fiel al mandato divino de amar a Cristo y apacentar sus ovejas. 


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