"Non tenebrare tenebrares tuas"
Toda vez que se trate un tema polémico es aconsejable comenzar por definir sus términos esenciales para saber de qué se está hablando.
En consonancia con los textos fundamentales (Catecismo, Código Canónico) enunciaremos una sintética definición de "Católico": católico es el cristiano que tiene por misión predicar el Evangelio a todo el universo.
Cristiano: así se les llamaba en la Iglesia primitiva a los seguidores de Cristo. Significa que el cristiano, habiendo recibido los tres sacramentos de iniciación -Bautismo, Confirmación y Eucaristía- es parte de la Iglesia fundada por Cristo. Seguir a Cristo implica aceptar y vivir de acuerdo a sus enseñanzas y mandamientos. Pertenecer a su Iglesia comporta conocer y obedecer todo lo establecido por las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de los pontífices en toda su historia.
Misión de predicar el Evangelio: es la facultad y el encargo recibido de Cristo para ser cumplido por todos los cristianos. Cabe destacar que una vida desacreditada es una prédica desacreditada.
Según lo expresado, un católico debería identificarse, configurarse con Cristo: "Si
aceptamos su llamado somos sus discípulos y la misión nos exige “Configurarnos
con el Maestro" (Documento
Conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del
Caribe).
Todas estas definiciones, conceptos y aclaraciones deberían ser suficiente argumento para eliminar los etiquetamientos que muchos pseudos católicos introdujeron en el seno de la Iglesia para hacer de ella una organización política y partidista.
La Iglesia de Cristo es una, indivisible y jerárquica. Epítetos como tradicionalista, conservador o progresista conducen a sus partidarios a extremos que rayan en el ritualismo, como el Vetus ordo y Novus ordo, considerando al Concilio Vaticano II una divisoria de aguas entre la vieja y nueva Iglesia y, de esa forma, atentan contra su Unidad. Sostenemos este postulado con las declaraciones realizadas por el entonces Prefecto de la Fe Cardenal Ratzinger: «Es imposible para un católico tomar Posiciones en favor del Vaticano II y en
contra de Trento o del Vaticano I. Quien acepta el Vaticano II, en la expresión
clara de su letra y en la clara intencionalidad de su espíritu, afirma al mismo
tiempo la ininterrumpida tradición de la Iglesia, en particular los dos
concilios precedentes. Valga esto para
el así llamado “progresismo”, al menos en sus formas extremas. Del mismo modo, es imposible
decidirse en favor de Trento y del Vaticano I y en contra del Vaticano II. Quien niega el Vaticano II, niega la
autoridad que sostiene a los otros dos concilios y los arranca así de su
fundamento. Valga esto para el así
llamado “tradicionalismo”, también éste en sus formas extremas. Ante el Vaticano II, toda opción partidista
destruye un todo, la historia misma de la Iglesia, que sólo puede existir como
unidad indivisible.» ("Informe sobre la Fe").
Por todo lo expresado deberíamos seguir el consejo de San Agustín sentenciado en el título:
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