El prefecto para el dicasterio de la Doctrina y la Fe sigue desafiando a Dios.
Card. Victor Manuel Fernández |
“En efecto, habiendo conocido a Dios, no
lo glorificaron ni le dieron gracias como corresponde. Por el contrario, se
extraviaron en vanos razonamientos y su mente insensata quedó en la oscuridad. Haciendo
alarde de sabios se convirtieron en necios, y cambiaron la gloria del Dios
incorruptible por imágenes que representan a hombres corruptibles, aves,
cuadrúpedos y reptiles. Por eso,
dejándolos abandonados a los deseos de su corazón, Dios los entregó a una
impureza que deshonraba sus propios cuerpos, ya que han sustituido la verdad de
Dios por la mentira, adorando y sirviendo a las criaturas en lugar del Creador,
que es bendito eternamente. Amén. Por eso, Dios los entregó también a pasiones
vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras
contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los hombres dejando la relación
natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo
relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución
merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los
entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos
de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia,
crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores, enemigos
de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con
sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que
conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas
cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen.”
(Romanos 1, 21 – 42)
¿Ignoran que los injustos no heredarán el Reino de Dios? No se hagan ilusiones: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los pervertidos, ni los ladrones, ni los avaros, ni los bebedores, ni los difamadores, ni los usurpadores heredarán el Reino de Dios. (1 Cor 6, 9)
"Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar." (Mc 9, 42)
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