¡La religión no está separada de la política!
La
Iglesia tiene mucho que decir sobre política, y de hecho lo hace con su
Doctrina Social; concibiendo a Dios como autor de la sociedad política y
estableciendo principios rectores que persiguen el bien común. Un político
católico, primero, debería ser católico y después político.
Para
realizar esta tarea hicimos un compendio de las partes que interesan, extraídas
del libro “Concepción Católica de la política” (Click para acceder al libro) del padre Julio Meinvielle. Por
tal motivo, todo lo que a continuación presentamos es obra del citado autor.
NATURALEZA MORAL DE LA POLÍTICA
Si
siempre resulta difícil determinar la naturaleza de una cosa, mayor es la
dificultad cuando se trata de realidades morales como la política.
Ante
todo se ha de advertir que, si bien aquí nuestra tarea versa exclusivamente
sobre la ciencia política, no se deja de lado lo que es propio de la prudencia
política, o sea de la política en su acepción genuina que considera la
formación, estructura y gobierno de las sociedades humanas llamadas políticas.
Hay,
entonces, tres órdenes para concebir la política:
1. El de naturaleza física.
2. El de las obras de arte.
3. El de la conducta moral.
¿En cuál de los tres hemos de incluir la política? De la respuesta a esta cuestión depende toda teoría política.
La
cuestión consiste en averiguar si la ciencia política es una ciencia natural
como la biología, que indaga la constitución de los vivientes, un puro arte
como la fabricación, de navíos, que tiende a construir convenientemente un
barco sin atención a la rectitud moral de la acción de fabricar, o si es en
realidad una ética que comprende y regula la actividad específica del hombre,
aquélla que no puede válidamente evadirse del campo de lo bueno y de lo malo.
Las
acciones que ejecuta el hombre, podemos clasificarlas en tres grandes
categorías. En la primera podemos poner todas las acciones que se ejecutan en
él, necesariamente, independientemente de su voluntad; en una segunda
categoría podemos incluir las acciones del hombre que se dirigen a la producción
de cosas; por fin, una tercera categoría de acciones que, si es cierto que las
pone el hombre libremente, se ve impelido a ello en virtud de su naturaleza
racional, que le dicta imperativamente que eso debe hacerlo y que no puede
dejar de hacerlo. Estas acciones buscan la perfección del hombre en cuanto tal.
DOS TEORIAS ERRONEAS
Aunque
pueda parecer anacrónico mentar aquí a L'Action Française, nada más conveniente
para fijar una posición definida en la cuestión presente. L'action Française,
nutrida escuela de observadores vigorosos, concibe la política como una ciencia
física que comprueba fenómenos de la naturaleza y los organiza en leyes, del
mismo modo que la botánica o la cristalografía. La sociedad no sería una
realización libre del hombre que actualiza las virtualidades sociales
depositadas en su ser, sino el producto necesario de necesarios instintos, como
en el caso de los hormigueros.
Queda
por tanto, eliminado de la fundación y estructura de la sociedad el elemento
virtud, ya que en ella no interviene ninguna determinación libre. Excluida la
virtud, resulta que la vida política es ajena a la justicia y a los preceptos
evangélicos. Su fin específico no será el bien común temporal, como enseña la
moral cristiana, sino el interés nacional, esto es, la realización, por todos
los medios posibles, buenos o malos, de lo que parece servir a la
"restauración monárquica" de Francia. Toda la política se reducirá no
a lograr la vida perfectamente virtuosa de la sociedad, sino a poner en buena
marcha los negocios materiales de la nación, equilibrar su presupuesto y asegurar
con una artillería de calidad la defensa nacional.
De
donde resultaría que la política es tan independiente de la moral como el
funcionamiento del páncreas.
Aunque
inspirados en otras corrientes filosóficas, el maquiavelismo y el fascismo
guardan grandes afinidades con la ideología maurrasiana.
Maquiavelo,
privado de toda inteligencia religiosa e imbuido de las concepciones
greco-romanas de la vida, ve en la patria la única grandeza espiritual capaz de
inspirar y engendrar la gloria, el heroísmo, el trabajo y la creación. La
patria es una divinidad en cuyo altar hay que inmolarlo todo. Cuanto por ella
se haga está permitido, y las acciones que en la vida privada serían malas, si
se hacen por la patria son magnánimas. La razón de Estado, la famosa razón de
Estado, encierra en sí plena justificación. En otras palabras, la justificación
de los medios para alcanzar un fin.
Continuando
parcialmente esta tendencia maquiavélica, el fascismo, dirigido por una
voluntad de acero y fundado en una comprensión de la realidad inmediata, se
propone realizar la gran Italia, heredera plena de la Roma Imperial. Esta
Italia grande, formada no por individuos, sino por cuerpos sociales empeñados
todos en una producción armónica sería prácticamente suprahumana.
Hay,
sin embargo, bajo el aspecto que aquí nos interesa, una diferencia entre la
ideología de L'Action Française y la maquiavélico-fascista. La primera es
amoral; la segunda, inmoral, porque establece la razón de Estado como norma de
moralidad.
Pero
una y otra coinciden en exaltar la noción de Estado, haciendo revivir el
Estatismo pagano. Se llama Estatismo toda concepción política en la cual el
hombre está totalmente supeditado al Estado como la parte al todo. De igual
manera que las raíces y detrás partes del árbol no tienen razón de ser sino
como parte del todo, así el hombre, miembro de la sociedad política. El Estado
puede sacrificarlo omnímodamente como mejor convenga a sus intereses. Y según
las particularidades históricas en que se verifique, lleva los nombres de
fascismo, absolutismo, bolchevismo, comunismo platónico, cesarismo, etc.
AI
fisicismo de L'Action Française se opone diametralmente el individualismo de
Rousseau. Para Rousseau el hombre ha nacido libre, con la libertad del salvaje
en un bosque, y así ha de permanecer esencialmente. Como los hombres son todos
libres, existe entre ellos la igualdad aritmética más absoluta, siendo
inconcebible e injusta la menor subordinación. La voluntad general es la
voluntad del pueblo soberano, o sea de la multitud numéricamente computada. De
donde todos los derechos y obligaciones son engendrados por el número.
En
Rousseau, patriarca del liberalismo, la sociedad es un producto artificial
elaborado por el individuo para asegurar su intangible libertad individual.
Artificialismo,
liberalismo, individualismo, en Rousseau; fisicismo, estatismo, en L'Action
Française.
Sin
embargo, una consideración de orden filosófico demuestra que ambas
concepciones, aunque distintas, no son, en realidad, irreductibles. Una y otra,
de igual modo que el autonomismo kantiano, implican la adoración del hombre,
con la exigua diferencia de que, si en una son aduladas sus tendencias
individuales, en la otra se exaltan sus tendencias sociales.
DIOS, AUTOR DE LA SOCIEDAD POLÍTICA
Por
esto, sólo el Catolicismo, que establece eficazmente la trascendencia de Dios
sobre todo lo creado y la absoluta dependencia del hombre con respecto a su
Creador, puede salvarnos del absurdo de estas concepciones.
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