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jueves, 5 de octubre de 2023

RELIGIÓN Y POLÍTICA

 ¡La religión no está separada de la política!

A continuación intentaremos demostrar que de ninguna manera la política está divorciada de la religión. Nuestro esfuerzo va dirigido a aquellos católicos que piensan lo contrario y, en consecuencia, sin advertirlo, favorecen en el mundo la acción de los enemigos de la Iglesia.

La Iglesia tiene mucho que decir sobre política, y de hecho lo hace con su Doctrina Social; concibiendo a Dios como autor de la sociedad política y estableciendo principios rectores que persiguen el bien común. Un político católico, primero, debería ser católico y después político.

Para realizar esta tarea hicimos un compendio de las partes que interesan, extraídas del libro “Concepción Católica de la política” (Click para acceder al libro) del padre Julio Meinvielle. Por tal motivo, todo lo que a continuación presentamos es obra del citado autor.

 NATURALEZA MORAL DE LA POLÍTICA

Si siempre resulta difícil determinar la naturaleza de una cosa, mayor es la dificultad cuando se trata de realidades morales como la política.

Ante todo se ha de advertir que, si bien aquí nuestra tarea versa exclusivamente sobre la ciencia política, no se deja de lado lo que es propio de la prudencia política, o sea de la política en su acepción genuina que considera la formación, estructura y gobierno de las sociedades humanas llamadas políticas.

Hay, entonces, tres órdenes para concebir la política:

1. El de naturaleza física.

2. El de las obras de arte.

3. El de la conducta moral.

 ¿En cuál de los tres hemos de incluir la política? De la respuesta a esta cuestión depende toda teoría política.

La cuestión consiste en averiguar si la ciencia política es una ciencia natural como la biología, que indaga la constitución de los vivientes, un puro arte como la fabricación, de navíos, que tiende a construir convenientemente un barco sin atención a la rectitud moral de la acción de fabricar, o si es en realidad una ética que comprende y regula la actividad específica del hombre, aquélla que no puede válidamente evadirse del campo de lo bueno y de lo malo.

Las acciones que ejecuta el hombre, podemos clasificarlas en tres grandes categorías. En la primera podemos poner todas las acciones que se ejecutan en él, necesariamente, independientemente de su voluntad; en una segunda categoría podemos incluir las acciones del hombre que se dirigen a la producción de cosas; por fin, una tercera categoría de acciones que, si es cierto que las pone el hombre libremente, se ve impelido a ello en virtud de su naturaleza racional, que le dicta imperativamente que eso debe hacerlo y que no puede dejar de hacerlo. Estas acciones buscan la perfección del hombre en cuanto tal.

 DOS TEORIAS ERRONEAS

Aunque pueda parecer anacrónico mentar aquí a L'Action Française, nada más conveniente para fijar una posición definida en la cuestión presente. L'action Française, nutrida escuela de observadores vigorosos, concibe la política como una ciencia física que comprueba fenómenos de la naturaleza y los organiza en leyes, del mismo modo que la botánica o la cristalografía. La sociedad no sería una realización libre del hombre que actualiza las virtualidades sociales depositadas en su ser, sino el producto necesario de necesarios instintos, como en el caso de los hormigueros.

Queda por tanto, eliminado de la fundación y estructura de la sociedad el elemento virtud, ya que en ella no interviene ninguna determinación libre. Excluida la virtud, resulta que la vida política es ajena a la justicia y a los preceptos evangélicos. Su fin específico no será el bien común temporal, como enseña la moral cristiana, sino el interés nacional, esto es, la realización, por todos los medios posibles, buenos o malos, de lo que parece servir a la "restauración monárquica" de Francia. Toda la política se reducirá no a lograr la vida perfectamente virtuosa de la sociedad, sino a poner en buena marcha los negocios materiales de la nación, equilibrar su presupuesto y asegurar con una artillería de calidad la defensa nacional.

De donde resultaría que la política es tan independiente de la moral como el funcionamiento del páncreas.

Aunque inspirados en otras corrientes filosóficas, el maquiavelismo y el fascismo guardan grandes afinidades con la ideología maurrasiana.

Maquiavelo, privado de toda inteligencia religiosa e imbuido de las concepciones greco-romanas de la vida, ve en la patria la única grandeza espiritual capaz de inspirar y engendrar la gloria, el heroísmo, el trabajo y la creación. La patria es una divinidad en cuyo altar hay que inmolarlo todo. Cuanto por ella se haga está permitido, y las acciones que en la vida privada serían malas, si se hacen por la patria son magnánimas. La razón de Estado, la famosa razón de Estado, encierra en sí plena justificación. En otras palabras, la justificación de los medios para alcanzar un fin.

Continuando parcialmente esta tendencia maquiavélica, el fascismo, dirigido por una voluntad de acero y fundado en una comprensión de la realidad inmediata, se propone realizar la gran Italia, heredera plena de la Roma Imperial. Esta Italia grande, formada no por individuos, sino por cuerpos sociales empeñados todos en una producción armónica sería prácticamente suprahumana.

Hay, sin embargo, bajo el aspecto que aquí nos interesa, una diferencia entre la ideología de L'Action Française y la maquiavélico-fascista. La primera es amoral; la segunda, inmoral, porque establece la razón de Estado como norma de moralidad.

Pero una y otra coinciden en exaltar la noción de Estado, haciendo revivir el Estatismo pagano. Se llama Estatismo toda concepción política en la cual el hombre está totalmente supeditado al Estado como la parte al todo. De igual manera que las raíces y detrás partes del árbol no tienen razón de ser sino como parte del todo, así el hombre, miembro de la sociedad política. El Estado puede sacrificarlo omnímodamente como mejor convenga a sus intereses. Y según las particularidades históricas en que se verifique, lleva los nombres de fascismo, absolutismo, bolchevismo, comunismo platónico, cesarismo, etc.

AI fisicismo de L'Action Française se opone diametralmente el individualismo de Rousseau. Para Rousseau el hombre ha nacido libre, con la libertad del salvaje en un bosque, y así ha de permanecer esencialmente. Como los hombres son todos libres, existe entre ellos la igualdad aritmética más absoluta, siendo inconcebible e injusta la menor subordinación. La voluntad general es la voluntad del pueblo soberano, o sea de la multitud numéricamente computada. De donde todos los derechos y obligaciones son engendrados por el número.

En Rousseau, patriarca del liberalismo, la sociedad es un producto artificial elaborado por el individuo para asegurar su intangible libertad individual.

Artificialismo, liberalismo, individualismo, en Rousseau; fisicismo, estatismo, en L'Action Française.

Sin embargo, una consideración de orden filosófico demuestra que ambas concepciones, aunque distintas, no son, en realidad, irreductibles. Una y otra, de igual modo que el autonomismo kantiano, implican la adoración del hombre, con la exigua diferencia de que, si en una son aduladas sus tendencias individuales, en la otra se exaltan sus tendencias sociales.

DIOS, AUTOR DE LA SOCIEDAD POLÍTICA

Por esto, sólo el Catolicismo, que establece eficazmente la trascendencia de Dios sobre todo lo creado y la absoluta dependencia del hombre con respecto a su Creador, puede salvarnos del absurdo de estas concepciones.



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