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lunes, 3 de junio de 2024

El veneno de las ideologías

 

“Podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño.” (Mc. 16; 18).

Estos signos y señales dichos por Jesús, que Marcos enumera entre otros, deben ser leídos e interpretados a la luz del simbolismo bíblico.

Los demonios son todas las fuerzas de muerte que se encuentran en el hombre y que le llevan a tomar decisiones opuestas al Evangelio: el orgullo, la concupiscencia, el ansia de dinero, el odio, los impulsos egoístas. Estos demonios no son vencidos recurriendo a ritos de exorcismo, sino por el poder de la palabra de Cristo y del Espíritu que nos ha dado. Es la proclamación del evangelio la que los aleja; es la Eucaristía y los demás sacramentos que comunican la fuerza divina que permite resistir a sus ataques, según lo expresa el padre Gustavo Ballario.

Asimismo, en la parábola del sembrador, Jesús nos previene del comportamiento que adoptamos al escuchar su Palabra, y nos dice que, en ciertas ocasiones, la Palabra es arrebatada por el demonio; en otras es abandonada por las tentaciones y también puede ser ahogada por las seducciones del mundo. La vida moderna ofrece múltiples atracciones que eclipsan el mensaje evangélico. Entre esas atracciones se enrolan todas las ideologías que socaban los cimientos del orden natural.

El poder del dinero, la política y la propaganda crean en la actualidad ese ambiente propicio de seducción y falsa felicidad que conduce a la desintegración del ser humano. El liberalismo, el comunismo y el progresismo con todas sus perversas variantes son las serpientes que no podremos tomar en nuestras manos so pena de fallecer si no estamos impregnados de una profunda formación evangélica. Por esta razón repetiremos hasta el cansancio la sentencia del padre Castellani:

“Si quieres salvar a la patria salva tu alma, ni antes ni después sino al mismo tiempo”.

Dones como la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la fortaleza y el temor de Dios, junto con el evangelio, son las armas que debemos esgrimir para ser inmunes a los venenos de la modernidad. Pues, en definitiva:

“La ciencia más acabada

 es que el hombre en gracia acabe,

pues al fin de la jornada,

 aquél que se salva, sabe,

 y el que no, no sabe nada.

 En esta vida emprestada,

 do bien obrar es la llave,

 aquel que se salva sabe;

 el otro no sabe nada.”

 


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