Milei y la batalla cultural
por Juan Manuel de Prada
"La libertad debe ser irrestricta si se encamina hacia el bien" |
Los corifeos de la llamada ‘batalla cultural’ aplauden la apoteosis del argentino Milei, presentándonos sus ideas (perdón por la hipérbole) como formidables armas contra el progresismo rampante. Pero lo cierto es que las ideas de Milei comparten las premisas del enemigo que supuestamente combaten; por lo que inevitablemente se convertirán, después de provocar diversas escaramuzas más aspaventeras que eficaces, en levadura de su expansión.
Para demostrar que Milei comparte las premisas del enemigo vamos a elegir una cuestión en la que, aparentemente, defendemos la misma posición. En una entrevista reciente Milei se declaraba detractor del aborto porque, aunque profesa un «respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo», considera que tal proyecto debe regirse por el «principio de no agresión»; y, como la ciencia demuestra que el ‘nasciturus’ tiene un ADN distinto al de la madre, aunque reconoce el «derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo», no cree que tenga derecho a disponer de un organismo distinto, por mucho que crezca en su vientre.
Pero,
más allá de que sus ADN sean diversos, entre la madre gestante y el niño que
crece en su vientre existe una suerte de «unión hipostática» (utilizamos la
expresión, por supuesto, en sentido figurado) que, manteniendo sus naturalezas
plenamente diferenciadas, las torna dependientes entre sí, de un modo
misterioso que excede las puras funciones orgánicas o metabólicas. El
cientifismo, cuando se discute una cuestión de índole filosófica o doctrinal,
resulta a la postre confundidor, bajo su apariencia clarificadora. Además,
Milei, a la vez que se declara detractor del aborto, se muestra dispuesto a
convocar un plebiscito para determinar su estatuto legal (es decir, considera
que las mayorías pueden declarar abolido el «principio de no agresión»); y
también se muestra favorable, por ejemplo, a los vientres de alquiler. ¡Menuda
empanada mental tiene el gachó!
Pero,
más allá de este zurriburri propio del cantamañanas integral, debemos fijarnos
en ese argumento filosófico o doctrinal que constituye la piedra angular del
pensamiento (perdón, de nuevo, por la hipérbole) de Milei. Nos referimos a ese
«respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de
no agresión». Es decir, Milei defiende el concepto de ‘libertad negativa’ al
modo en que lo formuló, por ejemplo, Isaiah Berlin, como «ámbito en que un ser
humano puede actuar sin ser obstaculizado por otros», llevando a cabo su
‘proyecto de vida’. Se trata, en definitiva, la «libertad del querer»
hegeliana, «determinada en sí y por sí» (irrestricta); una libertad que, fuera
de ese «principio de no agresión» al prójimo (¡que sin embargo se puede
declarar abolido mediante plebiscito!), no reconoce otra regla ni otro fin que
ella misma. Pero, como señala su compatriota Leonardo Castellani, «la palabra
libertad, si no se le añade para qué, es una palabra sin contenido; y hoy día,
por obra del Liberalismo, la más asquerosamente ambigua que existe. […] Es una
bobada filosófica: la libertad no es propiamente un movimiento, sino un poder
moverse solamente; y en el moverse lo que importa es el Hacia Dónde». En
efecto, la libertad debe ser irrestricta si se encamina hacia el bien; debe ser
severamente restringida si se encamina hacia el mal; y debe ser suavemente
encauzada cuando titubea. Si Milei en verdad combatiese los principios que
están destruyendo la civilización, defendería la libertad como capacidad de
discernimiento y elección entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto;
pero, como sus principios son los mismos que los de sus presuntos enemigos,
defiende la libertad como autodeterminación (o sea, como capacidad para
realizar la propia voluntad).
Pero,
¿de veras un Estado tiránico que se impone mediante leyes injustas es peor que
un Estado que deja obrar injustamente, adhiriéndose a cualquier proyecto vital
y legitimando todas las opciones individuales, con tal de que se rijan por el
principio de «no agresión»? La misión del Estado no es satisfacer las
apetencias de las gentes, sino ayudarlas mediante un ordenamiento jurídico a
alcanzar el bien auténticamente humano. El aborto no es reprobable porque sea
una «agresión» (hay agresiones legítimas y hasta obligadas), ni porque el hijo
tenga un ADN distinto del ADN de la madre, sino porque es contrario al bien
auténticamente humano.
Milei,
en fin, postula el orden político y social nihilista que constituye el mejor caldo
de cultivo del progresismo. Su compatriota Castellani, con visión profética
formidable, siempre alertaba contra estos falsos mesías liberales que sientan
las bases doctrinales para que, a la postre, «un grupo de sabios socialistas,
bajo la coartada de la Adoración del Hombre, gobiernen el mundo
autocráticamente y con poderes tan extraordinarios que no los soñó Licurgo». A
la postre, el concepto de «libertad negativa» que preconiza Milei, por acelerar
la descomposición de la vida moral de los pueblos, es el que más favorece la
libertad desenfrenada del Dinero, según avizoró también Castellani: «Esa
obsesión de la libertad propia de un loco vino a servir maravillosamente a las
fuerzas económicas que en aquel tiempo se desataron, y al poder del Dinero y de
la Usura, que también andaban con la obsesión de que los dejasen en paz».
Pero al
menos debemos reconocer que Milei no es uno de esos emboscados que ocultan sus
propósitos. Para saber que sirve al poder del Dinero y de la Usura no hace
falta sino ver las banderas que ondea con irrestricto entusiasmo.
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