“Non
tenebrare tenebrares tuas”
Hablando de Escrituras es oportuno comenzar citando a Isaías:
Esos perros voraces nunca terminan de
saciarse, ¡y ellos son los pastores! No saben discernir, cada uno toma por su
camino, todos, hasta el último, detrás de su ganancia.” (Is 56, 10).
Así
como los cristeros de México defendieron la fe con las armas, nosotros los
laicos marginados defenderemos la fe y la doctrina con la palabra. Tenemos el
derecho y la obligación de defender nuestra Fe porque en el bautismo fuimos
ungidos con la dignidad de “Reyes,
Sacerdotes y Profetas”. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Si los
perros callan verdades desde el púlpito nosotros las gritaremos desde las
calles.
Una
gran mayoría de nuestros “pastores” predican una doctrina vaciada de contenido,
confusa y acomodaticia. Cuando las ovejas no reconocen al pastor huyen al
monte. Es menester aclarar que el pueblo de Dios es un manso rebaño cuando está
a salvo con su pastor pero se convierte en un ejército de leones cuando se los
persigue, dan testimonio de ello los más de 70 millones de mártires en la
historia de la iglesia.
En
encendidas homilías hay sacerdotes que exhortan a los fieles a actuar como
Jesús cuando se reunía con “publicanos y
pecadores” (Mt 9, 9-13); así debemos
actuar pero, se les olvida decir que muchos, como Mateo, fueron dóciles a
las enseñanzas del Maestro y se convirtieron, abandonando una vida de pecado: “…Vete y no peques más” (Jn 8, 11).
Cristo no condena a los pecadores sino al pecado.
¡Fariseos!,
nos tratan como a ignorantes y duros de corazón pretendiendo ustedes predicar
el “amor” al prójimo, tolerando, por no decir justificando el pecado. Todo
mundo es bien recibido en la iglesia menos el pecado que es aborrecido.
¿Quieren seguir a Cristo? ¿Quieren comer su Cuerpo y beber su Sangre?, pues carguen
su cruz (Mt 16, 24) y mueran a sus
desordenadas miserias.
La
religión católica no es una asociación filantrópica con la finalidad de recoger
y ayudar a personas auto-marginadas para que puedan convivir, sin culpa, con
sus desordenados caprichos, consintiendo y tolerando sus pecados.
La vida
católica es una imitación de Cristo, es una militancia que exige una lucha
permanente entre el bien y el mal.
“Si Cristo vino a perdonar los pecados
Freud fue mucho más lejos, eliminó la culpa. Aunque la psicoterapia puede hacer
mucho para descubrir y subsanar circuitos defectuosos en la estructura anímica,
no logra superar la culpa. Ahí rebasa sus límites y por eso fracasa con tanta
frecuencia. La culpa sólo puede superarla de verdad el sacramento, el poder pleno procedente de Dios” (Benedicto XVI,
“Dios y el mundo”).
Nos quieren
predicar la divina misericordia como suficiencia sin límites para alcanzar la
salvación del alma. Una igualdad falsa que ignora la justicia pues, sin
misericordia no hay justicia y sin justicia no hay misericordia. Vale recordar
que en términos bíblicos la justicia equivale a la santidad.
“Non serviam” ¡Por fin somos libres!
En
Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y también durante el tiempo ordinario como
en las distintas celebraciones, los Evangelios dan cabida y sustento para
tratar y refutar todos los temas sostenidos e impuestos por el mundo.
Esta
iglesia vaciada de doctrina siempre repite y refiere las mismas cosas: que Dios
es infinitamente misericordioso; el amor al prójimo, al más necesitado; la ayuda
a los pobres; “la eternidad”; que debemos caminar juntos tomados de la mano. Ruega
por la patria y los gobernantes de turno. Dios es amor dicen y El espera que
abramos nuestros corazones para dejarlo entrar en nuestras vidas. En
definitiva, hay que estar en sintonía con Dios, si sos bueno te salvas. Este
discurso parece más de una iglesia pentecostal que de una católica.
Predica
sólo una parte de las Sagradas Escrituras. Ignora y, prácticamente, borra la
otra parte, la que habla de la Cruz, los dogmas, los sacramentos, la santidad,
la lucha contra el pecado, el sufrimiento, el demonio, la muerte, el infierno.
Jamás predica sobre los novísimos: muerte, juicio, infierno y paraíso. Si
escucharan el sermón del santo Cura de Ars sobre el “Juicio final” (en YouTube)
saldrían corriendo a postrarse ante el altar.
Nunca renueva
su condena al aborto, pecado que tiene más relación con el quinto mandamiento
que con el sexto; lo asimila como cosa juzgada, ¡ya está!
Nunca
critica a las ideologías de moda para alertar a los fieles sobre el mortal
veneno que le están inoculando, a la sociedad toda y a los jóvenes en
particular.
Nunca
habla sobre la ESI (Educación Sexual Integral) para alertar a los padres sobre
la perversa moral inculcada a sus hijos a través de los programas
educacionales.
Nunca
habla sobre las advertencias de nuestra Madre en sus apariciones, referidas a
los “errores que esparciría Rusia” (el
comunismo) a todas las naciones, errores que en la actualidad estamos
padeciendo; en cambio, con gran soberbia, politizan la imagen de Jesús para
luchar por la “Justicia social” predicando la nefanda teología de la
liberación.
Muy
pocos sacerdotes, so pena de ser cancelados, hablan del camino estrecho para
alcanzar la vida eterna, de la mortificación de las pasiones y de tantos temas
relacionados con la Cruz.
La vida
del católico ya no es militancia; se ha convertido en un turístico y cómodo
peregrinar.
Pedro
en Cesarea de Filipo también quería la salvación sin la Cruz:
- Para
confesarse, en la gran mayoría de las parroquias, hay que pedir turno. Es de
suponer que los “pastores” están muchos más ocupados en tareas administrativas
de lo que estaban san Juan María Vianney o el mismo padre Pío. Encontrar a un
sacerdote, fuera de la Misa, en el templo es una misión imposible: “pase por
secretaría…”
La ley
suprema de la iglesia es la salvación de las almas (Canon 1752).
¡Confesionarios
vacíos = almas condenadas!
Ahora
bien, los confesionarios están vacíos porque nadie concurre a pedir perdón por
sus pecados. Si hay deserción de penitentes quién es el responsable, pues el
sacerdote, porque no instruye a sus fieles sobre el sacramento de la confesión.
Porque nunca habla sobre el pecado y menos aún sobre la culpa. No habla porque
no quiere ahuyentar a los parroquianos con pálidas que nadie quiere escuchar.
El párroco que así se comporta prefiere el templo lleno antes que el cielo
lleno. Son perros mudos.
- Una
cosa lleva a la otra. Sin confesión y sin formación eucarística se consiente,
por omisión, que cientos de fieles cometan un sacrilegio a la hora de comulgar.
Actualmente,
para la mayoría de las personas, la palabra “herejía” connota disputas pasadas
y olvidadas, y antiguos prejuicios contrarios a un examen racional. Por
consiguiente, se piensa que la herejía carece de interés contemporáneo.
Hilaire
Belloc en su libro “Las grandes herejías”
define a la herejía como “la
propuesta de innovaciones religiosas por medio de la extracción de algo que ha
constituido la religión aceptada en algún momento dado, con el fin de negarlo o
reemplazarlo por otra doctrina extraña.”
Partiendo
de esta definición podemos afirmar que de hecho el divorcio es una herejía,
dado que su característica es la negación de la doctrina cristiana del
matrimonio. El comunismo también es una herejía, retiene mucho del esquema
cristiano: la igualdad humana, el derecho a la vida y otras cuestiones. Niega
tan sólo una parte: la existencia de Dios.
Así las
cosas, la iglesia complaciente con el mundo busca crear otra religión dentro la
misma Iglesia Católica, por eso son potenciales herejes.
Con su
gran sabiduría Benedicto XVI vislumbró a la iglesia del futuro más o menos con
esta sentencia: no piensen que en el futuro la iglesia seguirá siendo como
hasta ahora con parroquias, templos y santuarios. La iglesia volverá a las primitivas
catacumbas hoy materializadas en las casas y en la familia. Robert Hugh Benson
en su novela apocalíptica “Señor del mundo” también describe un mundo futuro
donde los templos serían utilizados para las celebraciones y rituales
masónicos.
En su historia,
la iglesia atravesó y lucho contra muchas herejías pero, siempre el Espíritu
Santo la guió y la salvo de su destrucción, surgiendo de cada crisis mucho más
fortalecida y unida.
¿Quieren
crear una nueva iglesia? ¡Háganlo! pero no será Una, Santa, Católica y
Apostólica. A decir de san Atanasio: “Ustedes
tendrán los templos nosotros la Fe”.
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